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Comparación de características barrocas entre la literatura europea y la hispanoamericana

Al finalizar el primer tercio del siglo XIX, en hispanoamérica comienza a perfilarse la presencia de la corriente romántica, proveniente de Europa, especialmente de Francia. Apreciada desde la perspectiva histórica de hoy, esta influencia se ve decisiva, pues ella modeló las generaciones de hispanoamericanas que estructuraron intelectual y socialmente las naciones recién independizadas.
La independencia de los pueblos hispanoamericanos significó el rompimiento con toda una estructura político-social vigente hasta ese momento y la búsqueda del camino para cada nación. Precisamente en el instante en que los pueblos se diferenciaban, nacían las literaturas nacionales. Estas, por tanto, tuvieron una misión específica que cumplir dentro de la sociedad. La literatura pasó a ser, entonces, el vehículo de expresión de cada una de las naciones: comentaba errores, propagaba los nuevos ideales, estimulaba la perfección moral y aconsejaba el mejoramiento de la vida republicana. A través de la literatura se pretendía modificar o estimular una conducta social. Por ello la literatura hispanoamericana de ese momento es eminentemente costumbrista: describe personajes y ambientes característicos, expresa necesidades y anuncia un futuro en que las esperanzas se harán realidad.
La literatura romántica en hispanoamérica tiene un carácter progresista. Por cuanto a través de ella se intenta hacer más perfecto al hombre y se pretende explicar dónde escriba la más auténtica originalidad de cada nación: en sus sentimientos, ideas, costumbres, paisajes, etc.
Era ése un momento de aprendizaje y de formación y, por tanto, la etapa en que se busca una identidad personal y social. Por eso mismo, se puede afirmar que en hispanoamérica no existió un período netamente romántico como el europeo, sino que se dio mezclado con el Realismo; es lo que se conoce con el nombre de Romántico-Realismo.
Entre las características del romanticismo europeo y el romanticismo americano hay algunos puntos de encuentro como también grandes diferencias. En Europa, el romanticismo nació fundamentalmente como respuesta al neoclasicismo (entre otras razones puntuales); sin embargo, en América sus motivaciones son prioritariamente políticas.
La respuesta al criterio estricto que regía al neoclásico hizo al europeo volver la vista a su pasado histórico para encontrarse con la raigambre propia de cada país y de este modo revestir de identidad su literatura. El americano, en cambio, no tenía este punto de referencia, puesto que su pasado literario era corto, además de desconocido se sabía muy poco de literatura indígena y no había con ella una ligazón de raza ni de cultura. No eran los americanos los continuadores de ninguna corriente, sino más bien un mundo nuevo que recién nacía como independiente de las amarras políticas de sus colonizadores y, esto sí que los motivaba para generar una suerte de literatura diferente, propia que los identificase con su ambiente, su paisaje y su realidad. En este sentido, cuando pregonaban un nuevo estilo (antagónico al neoclásico) era porque mentalmente “ se sumaban a ejércitos lejanos”.
Pero aunque el origen de esta tendencia es disímil, existe semejanza en el objetivo de sus quehaceres: románticos europeos y románticos americanos estaban interesados en proporcionar identidad nacional a su literatura. Los europeos, porque estaban cansados de la constantes imitación del neoclásico al clásico y los americanos cansados de imitar a los europeos, pero como es imposible que la raza humana pueda crecer desvinculada, es obvio concluir que América no podía coincidir con el otro continente en un mismo movimiento casi en la misma época. Por esto es fácil deducir una realidad de hechos, como que el romanticismo, si bien por otras circunstancias nació en Europa y se adoptó y “adaptó” en América”. En Europa, desde los años 1830 en adelante, y en América, pocos años más tarde.
El subjetivismo Romántico.
En una primera instancia, los hispanoamericanos se dividieron entre los que seguían fieles al neoclasicismo, discutiendo que la nueva moda era un atentado al orden existente y que promovía al desorden y al caos en un exceso de libertinaje, y que los que reclamaban libertad absoluta. Y también había aquellos que comenzaron resistiéndose, pero que finalmente fueron cautivados por la novedosa tendencia, como por ejemplo Andrés Bello de Venezuela.
La novedad de esta tendencia tenía la atracción de proponer al artista la expresión de su subjetividad; de sacar de su interior una reflexión acerca de sí mismo: el hombre vuelve los ojos hacia sí para volcar todo lo que él encierra, aun con lo complejo que esto fuera, dejando de lado cualquier norma o precepto por lograr este objetivo. Con respecto a esto, los neoclásicos no concebían que se tomara por inspiración el desorden, por gracia la incorrección gramatical y por muy profundas las cosas a medio decir, y esto porque la fuente inspiradora del romanticismo era el YO y su entorno. Todo lo que importaba eran los dictados de su vida individual mas que los de alguna razón universal. Se siente el centro del mundo pero al mismo tiempo inmerso en él, sentimiento que reproduce como que una armonía indefinida y vaga.
El paisaje cobró marcada importancia y dentro de él, se trató de restituir un pasado histórico desconocido: por esto su mirada se centró en la Colonia y por ello nació un nuevo género, el indianismo, con una proyección literaria basada en la leyenda. Lo importante para el romántico era hablar de su naturaleza y no de la naturaleza como lo hacían lo europeos.

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